Educar en la cultura del encuentro y del cuidado

En el marco de un nuevo ciclo lectivo, los obispos de la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal Argentina, impulsan a los miembros de las instituciones educativas a llenarse de esperanza, porque educar es un acto de esperanza.

Los educadores son sembradores pacientes y alegres que saben que aquello que se comienza hoy, dará frutos a largo plazo, quizás dentro de diez o quince años. En la educación el largo plazo debe impregnar desde las prácticas pedagógicas del aula hasta las grandes políticas de Estado, hace caer en la cuenta que el “tiempo es superior al espacio” y a los lugares, ayuda a levantar la mirada más allá de las coyunturas y proponer caminos que transciendan la inmediatez y las urgencias de cada día. A su vez, permite soñar con la educación que se quiere y buscar consensos para alcanzarla. Por eso, la educación apuesta más al tiempo de una fecunda y perseverante enseñanza.

“Nos entusiasma la idea de emprender un camino juntos, donde la amistad social de lugar a la acción propositiva y confiada; abra la educación hacia una planificación a largo plazo superadora de todas las parcialidades. El largo plazo en la educación nos ayuda a descubrir “que la unidad prevalece al conflicto” y que el horizonte al que queremos que lleguen nuestros alumnos está más allá de un maestro, un director, un ministro o un gobierno por eso se requiere consensuar juntos un camino y metas a las que arribar”, comparten.

Todo conflicto está llamado a ser solucionado por medio del diálogo franco y sincero, despojado de toda ambición política y personal. En el horizonte de la tarea diaria siempre deben estar los alumnos, ellos son la razón por la cual se elige esta hermosa vocación docente.

“Prioricemos este año las escuelas y las aulas con los chicos aprendiendo, dándoles prioridad por sobre los conflictos. Enseñemos a los alumnos lo más importante para sus vidas, sabiendo que ellos no olvidarán a los sembradores que dejan huella.”

La fraternidad nos guía para educar en una cultura del cuidado, sin la cual no puede haber una paz social que promueva la dignidad y de los derechos de la persona siempre en colaboración con la familia como primera escuela de vida. La cultura del cuidado nos lleva también a educar para la construcción del bien común y del cuidado de la creación.

En el comienzo de este nuevo año de clases en nuestro país recordamos las palabras del Papa Francisco: “la educación constituye uno de los pilares más justos y solidarios de la sociedad”.

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Asesoría pedagógica, Docentes