Las imágenes religiosas en la vida de los católicos son muy importantes: yeso, madera, piedra, pintura o escultura, fresco o acuarela, plástico o resina, una estampita decolorida o aquellas de colores brillantes, la que veneramos en un templo al que peregrinamos desde lejos o la que va en una billetera, las que se caen de una libreta de exámenes o aquellas que nos miran en nuestra casa, no importa, siempre se transforman para nosotros en lugar del encuentro con el Dios Vivo, recuerdo y actualización de un amor que nunca muere. En ellas hay una imagen de un Dios que nos mira y en el que las mira está el Dios viviente. En las imágenes y en el orante Dios siempre está, se deja encontrar y se deja tocar.
Y nos pasa con San José: con el Niño en sus brazos, con el Niño tomado de la mano, tirando de un burro, en su taller, con la Basílica de San Pedro en sus manos, dormido o acunando al Bebé, joven o viejo, con “cara de estampita” o con rostro adusto, en el plano inexpresivo de un ícono o en la mano tendida hacia el orante. Y es ahí a donde vamos a pedir, a agradecer, a confiar, a llorar.
Queremos compartir estas reflexiones en este “Año de San José” que nos ha regalado el Papa Francisco para que su presencia y figura nos estimule a llevar adelante esta revolución de la ternura en esta soñada cultura del encuentro que estamos llamados a construir.
El agradecimiento al P. Enzo Frati, Capellán de la Sede Rosario de la UCSF, por su generosidad al aceptar este desafío, su palabra y entusiasmo nos permiten develar algo del misterio de este hombre sin palabras que hizo lo que Dios le pidió. ¡Que San José cuide y acompañe tus sueños P. Enzo!
Termino con aquella expresión de Santa Teresa de Jesús: “No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que haya dejado de hacer…sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no lo creyere y verá por experiencia”.
P. Carlos Scatizza
VRF UCSF
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