Desafíos para las universidades de Santa Fe
Por Dra. Carmen González (*) y Dra. Anabel Gaitán (**)
El 2015 fue un año muy especial para el futuro de la humanidad. En junio de ese año, durante la solemnidad de Pentecostés, el papa Francisco firmó la encíclica Laudato si’, invitándonos a pensar de manera urgente un nuevo modelo de desarrollo que ponga en el centro a la persona y que revierta la tendencia a pensar en el desarrollo material de algunos a costa de otros tantos seres humanos. En septiembre del mismo año, los líderes del mundo reunidos en la ONU aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la que se establecieron 17 Objetivos (comúnmente denominados “los ODS”) para señalar el camino por el cual nuestras sociedades contemporáneas deberían asegurar la mejora en la calidad de vida de todas las personas sin exclusión de ningún tipo.
Con plena consciencia de que la educación es el medio más adecuado para el desarrollo de la persona y sus comunidades, en el cuarto lugar de los ODS se incluyó a “La educación de calidad”, señalando que deberá garantizarse una “educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje para todos durante toda la vida”. Huelga señalar el riesgo que atravesó este objetivo cuando las actividades de instituciones educativas se vieron interrumpidas por el aislamiento obligatorio y preventivo a causa de la pandemia ocasionada por el Covid.
Si bien la virtualidad permitió sostener una importante cantidad de vínculos pedagógicos, la falta de conectividad significó una nueva dificultad en la búsqueda de que la educación sea efectivamente una herramienta de progreso humano.
La pandemia permitió constatar, dolorosamente, que los unos sin los otros no sobreviviremos; que debemos actuar integrados como comunidad universal porque vivimos en una casa común, respetando la diversidad y las particularidades, pero como conjunto. En este sentido, dos de las metas que se proponen ad intra del ODS 4 son “asegurar el acceso igualitario de todos los hombres y las mujeres a una formación técnica, profesional y superior de calidad, incluida la enseñanza universitaria” y “aumentar considerablemente el número de jóvenes y adultos que tienen las competencias necesarias, en particular técnicas y profesionales, para acceder al empleo, el trabajo decente y el emprendimiento”. Para el logro de estas metas el Iesalc-Unesco (1) ha reunido a los representantes de los países de Latinoamérica y el Caribe para que renueven la firma del convenio de reconocimiento de estudios, títulos y diplomas en la región que databa de 1974.
La renovación del convenio en la ciudad de Buenos Aires en 2019 y su entrada en vigencia desde octubre de este año marca un hito en la educación superior de la región, en tanto creó, para todos los estudiantes de los países firmantes, el derecho a que su titulación sea al menos evaluada para considerarse un reconocimiento en otro país. Así, el convenio ratificado prevé el reconocimiento de la validez de los estudios parciales o completos y la cualificación de la educación extranjera, para garantizar el derecho a ser admitido en la educación superior y/o la posibilidad de buscar empleo, en cualquiera de los países firmantes.
De este modo se espera que los estudiantes encuentren menos obstáculos para el reconocimiento de sus estudios y titulaciones tanto cuando retornen a sus países de origen como cuando migren hacia otros y puedan insertarse en el campo laboral con un plus formativo que según lo esperable facilita el desarrollo de las sociedades. Sin interferir en los criterios de legislación vigentes en cada país, como parte del convenio se acordó entre otros: la digitalización de los trámites y procedimientos en la búsqueda de una menor burocratización de todo el proceso; la incorporación de un suplemento al diploma que permita “explicar” en forma transparente aquello que el portador sabe o es capaz de hacer; y, la definición de criterios de evaluación estandarizados para facilitar la tarea de las autoridades responsables frente a la acreditación y reconocimiento mutuos.
Las autoridades competentes en cada país son las responsables de dar el reconocimiento a estudios y títulos obtenidos en el extranjero, facilitando así no sólo la movilidad sino también ampliando la inclusión de las personas. Como el reconocimiento es posible cuando hay confianza; y, la confianza se genera cuando el intercambio de información entre sistemas es transparente, equitativo y respetuoso de la diversidad; una de nuestras mayores debilidades regionales en educación superior sigue siendo precisamente, la ausencia de mecanismos generalizados confiables para llevar adelante estos procesos de reconocimiento mutuos. El texto revisado y ratificado del convenio ofrece la base sobre la que construir estos acuerdos y confianza.
Dado que los gobiernos ya han firmado, hacer que el convenio se haga realidad depende fundamentalmente de cada una de las instituciones de educación superior. Estas, alineadas al llamado de Laudato si’ (Alabado seas) y de la Agenda 2030, son las responsables de generar redes de universidades para asumir la parte que les toca frente al desarrollo, la visibilidad, la competitividad y la calidad de la propia educación, rompiendo barreras y permitiendo ofrecer aquello que en cada país se tiene como fortaleza.
En el marco de las movilidades estudiantiles, se sabe que hay 6 millones de adultos jóvenes que optan por complementar su formación profesional de base en otros países, pero la tasa de movilidad al interno de América Latina es muy baja aún. El presente convenio desafía entonces a las universidades a adecuar sus programas a estándares regionales de calidad para favorecer intercambios dentro de la propia región. La similitud cultural, los desafíos de crecimiento socioeconómico, la necesidad de dejar de ser países “en vías de desarrollo” y comprometernos con un desarrollo sostenible une a los países de la región de modo suficiente para consolidar un escenario de movilidad y calidad.
La ciudad de Santa Fe, históricamente reconocida como “ciudad universitaria” tiene -en sus tres universidades locales- incipientes compromisos de movilidad estudiantil.
Sería la puesta en vigor de este convenio, la oportunidad de trabajar mancomunadamente entre sí y con estamentos gubernamentales provinciales y municipales que nos permitieran ofrecer la ciudad como un lugar elegible para la formación universitaria, no solo a los argentinos sino también al resto de los habitantes de América Latina y el Caribe.
La mejora, revisión y profundización de las herramientas académicas que las universidades asuman en vistas a asegurar estándares de calidad que las vuelvan atractivas, dependerá del modelo educativo que las anima, de la misión y los valores que la sostiene y del compromiso con el cuidado de la casa común.
(1) Fuente: https://www.iesalc.unesco.org/
(*) Doctora en Filosofía. Decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF)