¿Para qué hacer memoria?

Dra Carmen González
Facultad de Filosofía- UCSF

El reciente Decreto de Necesidad y Urgencia emitido por el Poder Ejecutivo de la Nación, en relación al calendario de feriados en el país, desató una serie de discusiones de variado interés y efecto reflexivo. Independientemente del análisis sobre el impacto en la economía del turismo o sobre la tendencia creciente al escape del trabajo al ocio, lo que generó mayor reacción en la opinión pública fue la decisión de no respetar la fecha del 24 de marzo para hacer memoria y recordar el inicio de uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia nacional.
El nuevo calendario no eliminaba el feriado sino que no mantenía inamovible la fecha como ocasión para el recuerdo. Paralelamente, en esos mismos días – el 27 de enero- se conmemoraba también el Día de la Memoria de las víctimas del Holocausto. Fecha instituida por la Asamblea General de Naciones Unidas con el propósito de desarrollar programas educativos sobre el genocidio rechazando todo intento de negación de un hecho histórico.
Ambos acontecimientos de los que hablaba contemporáneamente en los medios de comunicación, movilizaron en mí la necesidad de pensar acerca del sentido, el valor y la oportunidad de ejercitar, de manera planificada y educativa, la memoria. Ahora, para empezar, nos preguntamos ¿qué es la memoria? San Agustín la define de una manera bellísima: es la capacidad del alma humana de hacer presente lo pasado, haciendo que sea, lo que ya ha sido, pues lo que ya no es no se disuelve en la nada sino que en nosotros puede volver a ser en cada momento.memoria
Esta manera de definir la facultad humana del recuerdo otorga al hombre la conciencia de cierto poder sobre el tiempo; si bien es cierto que la vida misma es un contante fluir del tiempo, todo lo que ha sido puede ser recuperado y revivido en nuestras conciencias. Junto a la memoria, San Agustín une otra facultad que es la imaginación como posibilidad de hacer que lo que aún no es, sea en nuestras conciencias. Es decir, el ejercicio de la memoria se vincula de manera inescindible con la posibilidad de proyección. El pasado no nos ata sino que nos brinda elementos para pensar y diseñar el futuro.
En los dos casos mencionados al comienzo, se presentó la posibilidad de pensar en fechas conmemorativas para hacer memoria en forma conjunta (con-memorar) de hechos históricos. Los casos hacen referencia a hechos, innegables, que atentaron contra la dignidad humana, en ambos hechos se puso de manifiesto la peligrosa capacidad humana de planificar la aniquilación de seres humanos por ser considerados diferentes a cierto paradigma que se supuso correcto y, por tanto, enemigos. Por ende, aniquilables, es decir reducidos a nada (nihil).
El tiempo que fluye inevitablemente puede ser nueva ocasión para que los hechos del pasado se vuelvan “nada”, pero los seres humanos tenemos esa bendita posibilidad de volverlos al presente por el ejercicio de la memoria, no para quedar prisioneros del hecho que lastima sino para iluminar y hacer posibles otros hechos que restauren. Los argentinos tenemos la tentación de volver una y otra vez a los hechos del pasado sin poder salir restaurados, sanados. Los sobrevivientes del holocausto judío repiten una y otra vez que hacer memoria de lo que les sucedió y contarlo no busca otro fin que el de evitar que vuelva a suceder.
Los dos hechos de los que hablamos, se asemejan en la oportunidad de apelar a nuestra conciencia, aquella que puede traer al presente lo pasado e imaginar el futuro. Que la discusión por la fechas no opaque la invitación constante hacer memoria, siempre. Nuestra identidad no se construye sin memoria pero tampoco sin proyecciones. Argentina necesita comenzar a proyectarse, desde su historia.

 



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