La victoria de Pedro Castillo es inescindible de la actual crisis de representatividad que vive el Perú. Esta crisis de representatividad, lejos de ser coyuntural, responde a cuestiones estructurales propias del sistema de partidos y se ve agravada por los constantes casos de corrupción que involucran al conjunto del arco político peruano y por la conflictividad que existe en la relación entre el poder Ejecutivo y el Congreso, que tiene raigambres constitucionales.
Estas tres cuestiones minan la confianza del electorado en sus políticos, lo cual, por momentos, se traslada a una desconfianza general en la política como actividad pública. Es en este escenario donde se dan las mejores condiciones para el surgimiento de un outsider como lo es Castillo, representando una alternativa antisistémica.
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