PICCO, MARÍA EUGENIA – La educación: un ámbito de encuentro y posibilidades para el desarrollo personal

María Eugenia Picco

meugepicco@gmail.com

Universidad Nacional de Villa María

Fecha de presentación: 20-04-19

Fecha de aceptación: 15-05-19

Resumen

El pensamiento personalista se orienta a la observación del ser humano como persona única, libre e irrepetible adherida a los valores que elige. Partiendo de esta premisa, el filósofo personalista español Alfonso López Quintás realiza un aporte de incomparable claridad al ámbito educativo en el que diseña un recorrido clave para la reflexión de los educadores con respecto a la práctica. Propone una relación pedagógica de principios dialogales en los que el descubrimiento del encuentro es la nota principal para asentar una acción basada en la profundidad de los valores.

Palabras clave: ámbito – encuentro – líderes – pedagogía – personalismo

Abstract

The personalist thought is oriented to the observation of the human being as a unique, free and unrepeatable person adhered to the values chooses. Based on this premise, the Spanish personalist philosopher Alfonso López Quintás makes a contribution of incomparable clarity to the educational field in which he designs a key path for the reflection of the educators regarding the practice. He proposes a pedagogical relationship of dialogic principles in which the discovery of the encounter is the main note to establish an action based on the depth of the values.

Keywords: scope – meeting – leaders – pedagogy – personalism

Persona, encuentro, posibilidad

El principal descubrimiento que hemos de realizar es, sin duda alguna, el del encuentro Alfonso López Quintás (2006)

Combinar estas palabras en una forma armónica nos impulsa a reflexionar desde una mirada creativa que nos permita comprender a la persona como un ámbito de encuentro en el que cada experiencia con la que entra en contacto, se transforma en una posibilidad de encuentro orientado el desarrollo integral.

Con este sentido López Quintás plantea dos fases anteriores o propedéuticas puesto que el “descubrimiento básico del encuentro debe ir precedido de otros dos descubrimientos” (López Quintás, 2006: 3): el de los ámbitos y el de las experiencias, los que preparan el camino a modo de iniciación. Para ello es necesario también considerar que ambos descubrimientos no pueden enseñarse de forma coaccionada sino a través de una transmisión persuasiva y conmovedora que aliente a los estudiantes a tomar parte en la experiencia de su desarrollo personal.

La propuesta del filósofo personalista Alfonso López Quintás acerca de la Formación Integral mediante el descubrimiento, se constituye en una oportuna respuesta a las situaciones por las que atraviesa la educación en la actualidad. Con este sentido, Alfonso L. Quintás en uno de sus textos comparte la historia de un joven que en una entrevista televisiva, cuenta que de sentirse feliz y contenido por su madre y su novia y entusiasmado con la carrera que había elegido, pasó a sentirse esclavo. ¿Cómo sucedió esto? Este mismo joven expresa que el hecho de haberse entregado al juego de azar lo convirtió en un ludópata. El filósofo con este ejemplo se refiere a la forma en la que en la actualidad “los temas decisivos de la vida humana son tratados de forma frívola y tendenciosa” (López Quintás, 1997: 1), dejando a la persona en una deriva e incertidumbre que la lleva a experimentar vértigo. En el caso citado se refiere a cómo fue presentado en los medios masivos de comunicación y a pesar de estar rodeado de otras personas, ninguna trascendió más allá del hecho que hacía ver al joven como un fenómeno.

Es por esto que Quintás propone que la “solución es dotar a niños y jóvenes de un elevado poder de discernimiento y fortalecer su voluntad mediante la propuesta de un ideal de vida entusiasmante” (López Quintás, 1997: 1), un modelo de prudencia en el que la reflexión esté basada en convicciones que orienten, y a la vez sean báculo, a los jóvenes dentro de la vorágine de incertidumbres que los rodean.

¿De qué manera hacerlo?, ¿qué lugar ocupa la educación en su perspectiva?, pues bien, este pensador considera que “cada profesor ejerce [la] función de [un] auténtico tutor” (López Quintás, 1997: 2), es decir de quien acompaña y, guía y sostiene a los estudiantes a medida que avanzan en su educación. Aún así y frente a la perplejidad con la que los docentes miran esta posibilidad de convertirse en más que transmitidores de conocimientos, Quintás asegura que “no necesitan preocuparse de ‘enseñar’ directamente valores y creatividad a los alumnos” (López Quintás, 1997: 2) sino que todo debe girar en torno a generar situaciones en las que puedan experimentarlos, vivirlos, sentirlos y acostumbrarse a ambientarse entre ellos.

Por esto el filósofo propone cinco fases en las que “se van alumbrando los valores y se descubre en qué consiste ser creativo. [Puesto que] la creatividad y los valores no son objeto de enseñanza” (López Quintás, 1997: 2), sino más bien objeto de experiencia.

Desde su pensamiento entendemos así que los “valores se alumbran, nos apelan, piden ser realizados. La creatividad es un modo de actividad singularmente fecunda que tiene lugar cuando respondemos a la apelación de los valores de forma activa y damos lugar a algo nuevo lleno de sentido” (López Quintás, 1997: 2). Ese algo nuevo proviene de las convicciones que son raíz de las decisiones en las que se basan nuestros actos que a su vez, terminan por ser actos de fe.

En la primera fase que describe López Quintás, propone que para este proceso de formación, hemos de partir mirando “alrededor, contemplar hondamente todas las realidades y percatarse de que no todas tienen el mismo rango” (pág. 3). Se refiere a que algunas, por sí mismas tienen condición de objeto y no trascienden más allá del tiempo y espacio delimitado en el que se encuentran y ocupan. En cambio,

otras realidades también son delimitables, (…) pero son más que objetos. Tienen iniciativa y desarrollan cierta actividad en distintos órdenes. Una persona no queda circunscrita por sus dimensiones corpóreas, abarca cierto campo en diversos aspectos: estético, ético, profesional, religioso… Es más bien un ‘campo de realidad’ que un objeto. (López Quintás, 1997: 3)

A esto, este filósofo lo considera como “ámbito de realidad”, es decir un ámbito distinto del de los objetos. Un ámbito que permite la interacción y el encuentro. Más aún, aclara que “no sólo las personas ostentan este carácter ambital. Toda realidad que ofrece al hombre ciertas posibilidades y es capaz de recibir las que el hombre le ofrece ha de ser considerada también como ‘ámbito’» (López Quintás, 1997: 3). Es decir, que toda realidad con la que la persona puede entrar en relación e interactuar se convierte así en un ámbito.

Ahora bien, encontrar estos ámbitos “consiste en aprender a ver las realidades del entorno no sólo como objetos sino también como ámbitos posibles” (López Quintás, 1997: 3), donde la autenticidad que imprimimos a la cotidianidad será la que nos acerque a esta nueva forma de aprender a ver, de aprender a encontrarnos con otras realidades.

En consecuencia, y siguiendo a este pensador, es posible comprender que “todo ámbito es una realidad abierta, relacional, colaboradora. (…) predispuesta a colaborar en experiencias reversibles” (López Quintás, 1997: 3), es decir en vivencias que permitan un ámbito de interacción.

Una vez que hemos aprendido a ver y diferenciar los objetos como ámbitos, es posible dirigirse hacia la segunda fase en la que la interacción entre dos ámbitos puede comprenderse como más allá de una simple acción coactiva en la que un ámbito ejerce una operación sobre otro. En este sentido López Quintás precisa que estas, son  “otras acciones que van dirigidas a una inteligencia y una voluntad libre” (1997: 4). Es decir, en esta fase encontramos una acción “inspiradora de una actitud de colaboración (…). Este intercambio de influjos da lugar a un diálogo, un encuentro, por fugaz que sea (López Quintás, 1997: 4), considerando que las personas nos encontramos en situación interacción continuamente en nuestra cotidianidad.

Así es que “el encuentro presenta esta fecundidad porque significa una forma de unión muy elevada” (López Quintás, 1997: 4), un amalgama de dos ámbitos que se constituye en el “punto decisivo del proceso de nuestra formación personal” (López Quintás, 1997: 4), puesto que nos encontramos con nuevas posibilidades para entablar vínculos marcados por realidades ambitales.

Al mismo tiempo y siendo que “el ser humano se caracteriza por su capacidad de distanciarse de las realidades del entorno para crear modos distintos de unirse con ellas” (López Quintás, 1997: 4), esto le permite también crear experiencias reversibles para “fundar modos de unidad de una sorprendente riqueza” (López Quintás, 1997: 4) e inagotables posibilidades.

De acuerdo a este autor, estos descubrimientos previos al del encuentro sientan las bases para reconocer a la persona como ser único e irrepetible al tiempo que, en el campo de la educación, ofrece certeza a los educadores acerca de la mejor forma de guiar a los estudiantes en la tarea educativa.

Habiendo descubierto el valor de los ámbitos y de los encuentros es posible adentrarse en la tercera fase que propone López Quintás y en la que el lenguaje ocupa un lugar privilegiado al ser el vehículo para la expresión de los sentidos en tanto que “la función primera y primaria del lenguaje no es servirnos de medio para comunicarnos. Es el medio en el cual podemos crear relaciones de encuentro y convivencia, o bien destruirlas.” (López Quintás, 1997: 5). Así, el lenguaje se identifica como un vehículo de doble faz, una que ofrece la posibilidad de ser puente para llegar a un encuentro y otra que los impide. No obstante, “si aceptamos que el hombre es un ser de encuentro, debemos concluir que lenguaje auténtico es el que está inspirado por el amor y constituye el lugar en el cual se crean relaciones de encuentro” (López Quintás, 1997: 5). Así, y tomando cabal conciencia de esto concedemos que “el que se expresa con afán de crear unidad se cuida de expresar cada realidad con los términos adecuados a su rango” (López Quintás, 1997:  5), de modo tal de no impedir encuentros donde puedan ser habilitadas las posibilidades de interacción.

Si tenemos en cuenta lo anterior, y para avanzar hacia la cuarta fase del proceso de formación integral de López Quintás, resulta de importancia la creatividad con la que se entraman las anteriores etapas y las que permiten reflexionar que “el ideal de la vida humana consiste en crear las formas más valiosas de unidad o encuentro que sea posible” (López Quintás, 1997: 6), de modo que no sean forzadas sino que se conformen paulatinamente en hábitos espontáneos para la acción del encuentro en base a un modelo.

“Los seres humanos tenemos que ir configurando la vida en cada instante mediante el impulso que recibimos del ideal” (López Quintás, 1997: 6), es decir ese modelo construido en las primeras etapas de descubrimiento del valor del encuentro a partir del reconocimiento de los ámbitos y de las experiencias posibles que nos ofrecen ya que “todo pende en nuestra existencia del ideal que asumamos como propio” (López Quintás, 1997: 6).

Es por esto que el filósofo nos advierte que si optamos por el ideal del dominio, la posesión y el disfrute, nuestra actitud básica será de egoísmo y nos encaminaremos por la vía de la fascinación o vértigo, que nos produce primero euforia para sumirnos pronto en la decepción, la tristeza, la angustia, la desesperación y la destrucción. (López Quintás, 1997: 6)

Esto redundará en el impedimento de encuentros y la imposibilidad de valorar los ámbitos y las experiencias. Por lo que el ideal de vida a conformar es necesario y cardinal para avanzar en la formación integral.

Avanzar hacia la quinta fase significa orientarnos a un ideal “de la unidad, [donde]  ganamos un modo relacional de contemplar las realidades de nuestro entorno y adquirimos una visión nueva, fecundísima, de lo que es la vida humana y sus posibilidades” (López Quintás, 1997: 6) puesto que en base a los valores recolectados en las fases anteriores, el ideal nos permite advertir la dimensión trascendental de los ámbitos.

Esto nos habilita “a ver todas las realidades como «nudos de relaciones», no como objetos opacos y cerrados” (López Quintás, 1997: 6) sino como realidades abiertas a encontrarse mutuamente. Así, “esta forma relacional de ver las realidades significa un desarrollo notable de la inteligencia, que se habitúa así a pensar de forma comprehensiva, penetrante y elevada” (López Quintás, 1997, pág. 7), una forma en la que las vías de reconocimiento permanecen abierta a nuevas posibilidades.

Aun así, esta forma relacional “requiere prestar atención a las diferentes realidades y captar sus mutuas vinculaciones” (López Quintás, 1997: 7), es decir estar atentos a la significatividad que porta cada ámbito. Para esto “se requiere tener una idea adecuada de la realidad y sus distintos modos, ya que pensar con rigor significa hacer justicia a lo real, ajustarse a las condiciones de la realidad” (López Quintás, 1997: 7), identificar, en base a aquellas convicciones trabajadas en principio, los valores que formarán parte del ideal de vida. por lo mismo, importará “la verdadera persuasión [que] se consigue al mostrar la razón profunda de aquello que se proclama” (López Quintás, 1997: 7).

Dada así una persuasión razonable de las elecciones “un joven advierte que su desarrollo personal y el sentido de su vida penden de la creación de relaciones de encuentro, tiene una clave de orientación decisiva y la traducirá muy posiblemente en una pauta certera de conducta” (López Quintás, 1997: 8) que le dará seguridad y confianza en los vínculos que se disponga a entablar.

En este sentido “no debamos los educadores ocuparnos demasiado en dar consejos” (López Quintás, 1997: 8) sobre todo aquellos no acompañados de acciones que posibiliten experiencias valiosas sino que “hemos de aplicar todas nuestras energías al descubrimiento de claves de orientación que penetren en la realidad” (López Quintás, 1997: 8), es decir esforzarnos por hacer tangible los hábitos basados en las posibilidades de los encuentros ya que la “conciencia de la propia dignidad y responsabilidad es la mejor preparación” (López Quintás, 1997: 8) y a este respecto, los jóvenes ponen gran atención ya para buscar referentes ya para hacer justicia.

Es por esto último la gran importancia que reviste la reflexión acerca de que “el ideal del dominio ha de ser cambiado por el ideal de la ayuda solidaria” (López Quintás, 1997: 8). Al mismo tiempo porque “todas las realidades del universo están constituida por relaciones y son un testimonio vivo de la importancia de la unidad, pero ninguna lo sabe excepto el hombre” (López Quintás, 1997: 8), es decir, que solo la persona puede discurrir sobre esto y en lo que al campo educativo se refiere “los profesores trasmiten unas enseñanzas y al mismo tiempo infunden un espíritu, un modo de ver la realidad” (López Quintás, 1997: 11), de ahí la profunda atención que es necesaria poner con respecto a generar ámbitos y experiencias basados en la convicción de valores positivos que acerquen a los estudiantes a vivirlos en primera persona.

Asimismo y con respecto a los ámbitos de encuentros entre educadores y educandos, Lòpez Quintás señala que “se conectan, sin pretenderlo expresamente, las enseñanzas de diversos profesores y dan lugar a un cuerpo de doctrina en el espíritu del alumno” (López Quintás, 1997: 11), lo que nos permite reflexionar sobre la influencia de los ámbitos y experiencias compartidas al interior de las aulas sobre todo cuando son sostenidas por varios líderes referentes como son los educadores para cada estudiante.

Al observar de manera cuidadosa los encuentros que se producen “se adopta una actitud creativa, nadie intenta dominar a nadie, sobresalir sobre nadie, bloquear a nadie” (López Quintás, 1997: 12) ya que cada uno es parte irrepetible del ámbito de encuentro y “se supera asimismo la escisión entre la autonomía y la heteronomía” (López Quintás, 1997: 12) encontrándose caminos para vínculos simétricos.

Esta aparente paradoja es algo del todo lógico en el nivel de la creatividad, del trato con ámbitos de realidad, no en el plano de los objetos y de la manipulación de los mismos” (López Quintás, 1997: 13), ya que al descubrir las posibilidades de los ámbitos, los encuentros se alimentan de valores en la que “una realidad distinta y distante puede tornarse íntima sin dejar de ser distinta tiene unas aplicaciones decisivas en la vida ética. (López Quintás, 1997: 13)

Pedagogía de la admiración

Para lograr un encuentro verdadero, debemos ver las realidades que nos rodean. Alfonso López Quintás (2006)

Dirigido especialmente a los educadores, Alfonso López Quintás, a través de su obra, nos acerca la propuesta de un desarrollo personal a través de una educación creativa. Para esto, este pensador, sugiere que la colaboración de docentes líderes es la clave que atraviesa lo que él ha denominado pedagogía del asombro.

Tales líderes han de reconocer su propia realidad personal y su propio ideal de vida para así lograr configurarse como auténticos líderes capaces de guiar a los demás creando ámbitos de encuentro que se traduzcan en una convivencia sin dominación ni posesión del otro, sino como reconocimiento de aquel otro como un ser de encuentro.

En esta forma de hacer pedagogía lo esencial viene dado al ofrecerles a los estudiantes actuales una mirada alternativa que les permita encontrarse con su propio ideal de vida mediante el fortalecimiento de la reflexión y el desarrollo de habilidades para realizar elecciones oportunas, contrarrestando de esta manera el alud de información al que están expuestos cotidianamente y que obstaculiza el desarrollo integral reduciendo a la persona a relaciones de dominación y utilitarismo.

El itinerario por las fases de la Pedagogía de la Admiración ofrece certeras notas a los docentes para configurarse en auténticos guías de sus estudiantes a través del descubrimiento de uno mismo, y del otro, como “ser de encuentro” en el cual es posible afirmar que “los valores no se “aprenden”; se ‘descubren’” (López Quintás, 2006: 1), puesto que “los valores no sólo existen; se hacen valer” (López Quintás, 2006: 2) a través de la experiencia de vivirlos.

Así “la tarea del educador ha de consistir en acercar a niños y jóvenes a esa área de irradiación de los valores” (López Quintás, 2006,: 2) en la cual puedan percibirlos sin necesidad incluso de buscar conceptualizarlos en forma teórica sino de acercarlos a tomar contacto con ellos a través del desarrollo de acciones y por esa vía motivarlos a que se sientan atraídos hacia la admiración a estas nuevas formas.

Para esto será necesario tener en absoluta cuenta la distinción que advierte López Quintás (2006) sobre “confundir la libertad de maniobra con la libertad creativa” (p. 2) puesto que “confundirlas anula nuestro desarrollo personal y nos lleva al infortunio” (López Quintás, 2006: 2) en tanto se desarrolla una libertad para la manipulación de situaciones, objetos y sujetos sin tener plena consciencia de la realidad ambital que cada uno de ellos puede ofrecernos y convertirse así en nuevas posibilidades para el desarrollo de la libertad creativa.

Es por ello que el líder auténtico, es “un guía que ayuda a conocer las leyes del crecimiento personal y dispone el ánimo para admirarse de la grandeza que adquirimos al movernos en la vida con libertad creativa” (López Quintás, 2006: 2), un tipo de libertad basada en firmes convicciones del reconocimiento de los ámbitos de encuentro y selección de los valores para la toma de decisión.

Aun así, este pensador advierte con desaliento que “en el clima actual de desconcierto resulta muy penosa la falta de guías auténticos” (López Quintás, 2006: 2), puesto que la sociedad no suele favorecer la formación de tales líderes pues tiende a cultivar el reduccionismo –la reducción injusta del valor de la vida humana-, la manipulación –el trato de las personas como si fueran meros objetos-, el intrusismo –la osadía de hablar en público de temas trascendentes sin la debida preparación- y el hedonismo –el afán desmedido de acumular sensaciones placenteras. (López Quintás, 2006: 2)

Sin embargo y frente a esta realidad desalentadora en la que los jóvenes se encuentran inmersos, es importante y urgente reflexionar sobre la necesidad de

poner en juego una Pedagogía de la admiración o del asombro, no de la coacción; del descubrimiento, no del mero aprendizaje; de la persuasión, no de la transmisión fría. El que aprende lo que es la vida descubriéndola paso a paso, de forma bien articulada, no sólo acaba sabiendo qué ha de hacer para desarrollarse plenamente como persona sino que está bien dispuesto para transmitir ese conocimiento a otras personas de forma persuasiva y convincente. (López Quintás, 2006: 2)

Un tipo de Pedagogía como la que refiere López Quintás que genere en los niños y jóvenes el asombro por la experiencia de los valores, la admiración en el descubrir los ámbitos de encuentro posibles en la interacción con otras realidades, en definitiva, que los inspire al buen vivir y los convoque a sentirse parte de la transmisión de encuentros valiosos en el sentido más alto del reconocimiento de la experiencia de vivir de manera creativamente libre despojándose de la manipulación y del reduccionismo, del instrusismo y del hedonismo sin por eso dejar de aquilatar la vida en su justa y digna medida.

Esta jerarquización de fases para una formación integral que propone el filósofo, se constituye en un aporte de altísimo valor para la educación en este inicio de siglo en el que a menudo la inmediatez y la incertidumbre pretenden marcar el rumbo de las sociedades sin dejar espacio para una auténtica reflexión que permita a la persona reconocerse a sí misma y a los demás como una realidad irrepetible, intrínsecamente libre y capaz de reinventarse a partir de las experiencias.

Bibliografía

  • López Quintás, A. (1997). Cómo lograr una formación integral? El modo óptimo de realizar la LOGSE. Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
  • López Quintás, A. (2006). La pedagogía de la admiración y su fecundidad. Buenos Aires, Argentina: Consudec.