Artémides Zatti fue un hombre de ejemplar vocación al servicio de los más necesitados, cuya dedicación en el ámbito de la salud y su profunda vida espiritual lo convirtieron en un referente. A través de su incansable trabajo como enfermero, sin buscar reconocimiento ni recompensas, Zatti encarnó los valores de compasión, solidaridad y amor al prójimo, principios fundamentales en la formación de los profesionales de la salud. Su vida refleja un modelo de servicio desinteresado, tan esencial en la práctica de la medicina y la atención sanitaria, que se ha convertido en una fuente de inspiración para los estudiantes y futuros profesionales de la Facultad de Ciencias de la Salud. 

1900: Nacimiento y primeros años

Artémides Zatti nació el 12 de octubre de 1900 en Boretto, Italia, en una familia numerosa y humilde. A los 17 años, emigró con sus padres Luis y Albina, y sus hermanos a Argentina, buscando un futuro mejor en un país con nuevas oportunidades. En sus primeros años en Viedma, experimentó las dificultades propias de los inmigrantes, como la pobreza y la falta de recursos, pero siempre encontró en su fe un apoyo inquebrantable. Desde joven, Zatti demostró una vocación de servicio y un profundo amor por la vida religiosa, que guiarían su futuro. 

“Dios tiene un plan para todos nosotros, y sólo Él sabe cómo nos guía.” 

1918: Llegada a la Argentina y la vocación religiosa

Al llegar a Argentina, Zatti se instaló en Viedma, donde conoció a los salesianos y comenzó a sentir una fuerte llamada hacia la vida religiosa. Los valores cristianos y el ejemplo de vida de los Salesianos fueron fundamentales para que Artémides discerniera su vocación. A pesar de las dificultades económicas, su fe se fortaleció y comenzó a comprometerse cada vez más con la comunidad. Descubrió que su camino no solo era espiritual, sino también de servicio, y que podía ayudar a los demás a través de la atención a los enfermos y la evangelización. 

“La vida es difícil, pero siempre podemos encontrar consuelo en el servicio a los demás.” 

1921: Ingreso a la Congregación Salesiana

A los 21 años, Zatti decidió ingresar al seminario salesiano. Aunque no completó todos los estudios requeridos para ser sacerdote, su vocación se consolidó a través de su trabajo pastoral y su dedicación al prójimo. Artémides entendió que el servicio a Dios no dependía de ser sacerdote, sino de vivir con generosidad y amor en todas las acciones cotidianas. 

“No necesito ser sacerdote para servir a Dios. Mi tarea es dar amor a quienes lo necesiten.” 

1924: Trabajo como enfermero

En 1924, Zatti comenzó a trabajar como enfermero en el hospital de Viedma, un lugar donde pronto se destacó por su dedicación y su compasión con los enfermos, especialmente con los más pobres. Su vocación se plasmó en cada gesto, y se convirtió en un ejemplo de entrega sin expectativas de recompensa material. Su fe en Dios y su amor por los demás lo impulsaron a atender a cada paciente como si fuera su propio hermano. 

“El verdadero servicio es el que se da sin esperar nada a cambio.” 

1934: Consagración como salesiano coadjutor

En 1934, Artémides fue consagrado como salesiano coadjutor. Aunque no fue ordenado sacerdote, continuó trabajando incansablemente en la atención a los enfermos y en la educación de los jóvenes, siempre siguiendo el ejemplo de Don Bosco. Zatti vivió su consagración con la certeza de que su camino era servir a Dios a través de las obras, sin importar el reconocimiento o las formalidades. 

“Cada acción que realizo en nombre de Dios es una oportunidad para demostrar Su amor al prójimo.” 

1940-1950: Su labor en el hospital y su legado de servicio

Durante estas décadas, Artémides Zatti continuó trabajando en el hospital de Viedma, atendiendo a los enfermos con dedicación y compartiendo su fe con aquellos que más lo necesitaban. Su ejemplo inspiró a muchos, y su vida se convirtió en un modelo de lo que significa vivir el Evangelio a través del servicio desinteresado. Zatti no solo era conocido por su habilidad médica, sino por su capacidad de consolar espiritualmente a los pacientes. 

“Servir a los demás es vivir verdaderamente.” 

1950: Reconocimiento y fama local

El trabajo de Zatti fue ampliamente reconocido en la comunidad, pero él nunca buscó fama ni reconocimiento. Su único objetivo era cumplir con la voluntad de Dios, y siempre lo hizo con humildad. A pesar de la admiración que despertaba, Zatti mantenía su enfoque en su misión de servicio, sin esperar recompensas o reconocimientos. 

“No busco reconocimiento, sino hacer el bien por amor a Dios y al prójimo.” 

1959: Fallecimiento

Artémides Zatti falleció el 15 de marzo de 1959, dejando un legado imborrable de servicio y dedicación. Su vida fue un testimonio claro de cómo la fe cristiana puede vivirse a través del trabajo concreto, especialmente en el servicio a los más necesitados. En su lecho de muerte, Artémides expresó la paz que sentía por haber cumplido con su misión en la vida. Su cuerpo descansa en la capilla de los Salesianos en Viedma. 

“Muero contento, porque he hecho lo que Dios me pidió: dar mi vida por los demás.” 

Causa de beatificación y canonización

La causa de beatificación de Artémides Zatti comenzó en 1982. En 2002 fue declarado venerable por el Papa Juan Pablo II, y en 2004, el Papa Benedicto XVI aprobó el milagro atribuido a su intercesión. Finalmente, el 11 de noviembre de 2022, el Papa Francisco lo beatificó, reconociendo su vida de servicio y devoción como un ejemplo para todos los cristianos, especialmente para aquellos que se dedican al cuidado de los enfermos y la educación. 

“Mi vida está en manos de Dios, y confío plenamente en Su voluntad.” 

ORACIÓN 

Señor Jesús.
Tú llamaste a don Zatti, salesiano coadjutor,
para servirte en los pobres y necesitados.
Tú le diste la fuerza para entregarse
con alegría y sin descanso a sus hermanos enfermos.
Tú lo hiciste un hombre bueno,
que supo vivir fielmente tu Evangelio
en el trabajo cotidiano y en el sacrificio escondido.
Que la alegría de verlo brillar en el cielo de tus santos
nos ayude a dar testimonio de tu Luz.
Te pedimos por su intercesión la gracia de…
(ponemos nuestra intención)
Para gloria tuya y de tu fiel siervo Don Zatti.
Amén.