Reino Unido se ha convertido en el nuevo epicentro de la lucha contra el racismo tras el compromiso de Londres, Manchester y todas la ciudades con alcaldes laboristas de retirar las estatuas de personajes históricos vinculados con la esclavitud. Tras el derribo de la efigie del esclavista Edward Colston en Bristol, las protestas callejeras se centraron el martes en Oxford, donde cientos de manifestantes reclamaron la retirada de la estatua de Cecil Rhodes, defensor de la supremacía “de la raza anglosajona”.
Consciente de la creciente tensión política, el ‘premier’ Boris Johnson intentó aplacar las iras de los manifestantes con un artículo en la revista de la comunidad negra ‘The Voice’. Por primera vez desde la muerte de George Floyd a manos de la policía al otro lado del Atlántico, Johnson reconoció “la innegable sensación de injusticia” detrás de las más de 200 protestas callejeras que han provocado 136 detenidos y 35 policías heridos en la última semana en las islas británicas.
La ‘caída’ de la estatua del esclavista Edward Colston ha desencadenado un intenso debate político, que culminó el martes con el minuto de silencio en Westminster en memoria de George Floyd. El líder la oposición laborista Keir Starmer se arrodilló simbólicamente en una foto.
“Somos una sociedad mucho menos racista que lo que éramos pero debemos también reconocer francamente que aún nos queda mucho para erradicar los prejuicios y crear oportunidades”, dijo por su parte Johnson, que abordó directamente la cuestión durante la reunión de su gabinete.
El Ayuntamiento de Manchester y decenas de gobiernos locales en manos del Partido Laborista prometieron también la revisión a fondo de los monumentos y del callejero para eliminar vestigios esclavistas. El Ayuntamiento de Oxford en pleno reclamó por su parte al Oriel College la retirada de la estatua de Cecil Rhodes en plena High Street, asediada por decenas de manifestantes que amenazaron con tomarse la justicia por su mano, como ocurrió en Bristol.