Según dónde ubiques la verdad será la verdad que tengas

Abog. Esp. José Ignacio Mendoza
Secretario Académico del Rectorado

El desafío de reflexionar en torno a esta expresión nos lleva a una confrontación con el problema del yo capaz (o no) de ser la medida explicativa de la realidad, o más bien, de aceptar “lo real” de las ocurrencias, tanto y cuanto, yo acepte que es así.
Puede parecer que nos “detenemos” en una abstracción reflexiva sin sentido, pero esta percepción desconoce lo mucho que hace depender todo lo que hacemos de lo que entendamos primero por verdadero.
La verdad “post” nos lleva a “lo que sigue” como definición que nos exige reconocer primero qué ha sido entendido como “verdad” de modo originario.
Ciertamente en todos los campos de aplicación que se pretenda en el pensamiento y la cultura, la verdad como problema nos lleva a “lo adecuado al ser, a una esencia anterior y superior a uno mismo”.posverdad-mendoza
La verdad como tal es la definición del ser en tanto todo lo que conforma la existencia en términos sustantivos, donde lo accidental o contingente, no puede por sí mismo explicar quiénes somos y qué estamos llamados a ser y a hacer en consecuencia (dimensión ética de la expresión).
La verdad es necesaria como criterio para entender lo que es justo, porque ese “dar a cada uno lo suyo” nos reclama un criterio para distribuir o adjudicar esa pertenencia (lo que es debido). Ese criterio de adjudicación involucrado en la justicia como acción de otorgamiento o reconocimiento, puede ser objetivo (ser independiente a mi aunque yo sea capaz de conocerlo y comprenderlo “ordenándome” a ello) o subjetivo (depender de mi percepción, sentimiento, voluntad, discurso, consenso social, inteligencia/razón), y de allí, la necesidad de la verdad como elemento o referente de distribución.
Frente a la dimensión objetiva o subjetiva de la verdad y de la justicia, aparece el problema de la libertad en la medida que trata de qué es lo que podemos llegar a entender por incondicionalidad para decidir entre el bien y el mal.
La elección buena es aquella decisión por la verdad, pero siempre objetiva, con un contenido de orden y razón natural o revelada que no está sujeta a la voluntad, sentimiento o razón del hombre, so pena de ser parcial y –por ello- condicionada por estar “mutilada”.
Por otro lado, el aditivo “temporalizador” (post) puede suponer un evolucionismo progresista optimista, o más bien, una descalificación degradativa de la integridad del término que muchos consideran pesimista.
Entonces la “post-verdad” desde estos enunciados, se presenta como una superación en los valores, que “deja atrás” modelos cerrados y dogmáticos de lo que es verdadero y bueno, que impone una verticalidad en el modo de relacionarse con uno mismo y con los otros, que no deja ningún espacio para la creatividad, el descubrimiento, el cuestionamiento, el crecimiento. Esta concepción “celebra” haber superado el estereotipo petrificador de los estilos de vida bajo modelos únicos y exclusivos que llevan a la intolerancia, la discriminación y la persecución bajo las más variadas formas de violencia.
Sin embargo, si lo verdadero y lo bueno está sujeto a la voluntad, el individuo o el consenso, estamos frente a una tiranía tan severa y violenta que atenta decididamente contra la igualdad que reclama un referente objetivo que haga de la dignidad humana una entidad no sujeta a otra cosa que a sí misma.
La verdad relativa siempre es “oportunista” relevándonos de toda exigencia y responsabilidad en la tarea de ser uno mismo y de cuidar del otro, porque se vale de coyunturas personales o sociales de vulnerabilidad para revelarse y ofrecerse como “alternativa” salvadora de esa experiencia de angustia o lucha frente a aquello que no se acepta y nos reclama un esfuerzo o nos pone en una crisis que no queremos atravesar. De allí la mezquindad y empobrecimiento de la post-verdad desde la perspectiva de un “pseudo-evolucionismo progresista”.
La verdad conlleva una exigencia que lo “post” niega o resiste “atrapados” bajo la consecuencia o producción artificial que pretende “re-crear” de un entono vital que es más cómodo y fácil, apartándose de las evidencias o haciéndolas valer de tal modo que la experiencia de un “eterno bienestar” que solo depende de la actitud que se tenga frente a las cosas.
La Universidad Católica de Santa Fe tiene como lema “Hacia toda la verdad”, lo que nos vincula esencialmente con el problema de la verdad como tal en orden a la transformación del mundo como testigos de esa realidad en términos no sujeto a lo relativo, subjetivo, sino a las dimensiones de aquello que ha sido revelado y que puede también ser conocido por la razón natural.
Esta es la universalidad de un mensaje que atraviesa todo el hombre y a todos los hombres y garantiza realmente la igualdad, evitando manipulaciones y arbitrariedades.
Nuestros alumnos y docentes están llamados a asumir un compromiso de esta magnitud e intensidad controversial que exige definiciones y elecciones definitivas de posible alcance porque existe un camino ya recorrido por tantos que han sabido ser referentes de esta elección y han marcado la diferencia en los ambientes a los que han contribuido con su aporte personal y profesional.-

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