Especialistas advierten sobre la necesidad de repensar los métodos de alfabetización y fortalecer el acompañamiento docente y familiar desde las primeras etapas del aprendizaje.

Los recientes resultados de la Evaluación Santafesina de Lectura 2024 encendieron una alarma en el sistema educativo de la provincia: solo el 8,8% de los estudiantes de segundo grado alcanza una lectura fluida, mientras que más del 25% se encuentra en niveles muy iniciales o prelectores. Frente a este preocupante panorama, docentes investigadoras de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF) analizaron las causas y señalaron posibles caminos para revertir esta tendencia.
La Lic. Mónica Aquino, psicopedagoga, docente universitaria e investigadora de la Facultad de Psicología de la UCSF, y actual coordinadora de la Diplomatura en Inclusión Escolar, sostuvo que “la fluidez en la lectura es un precursor indispensable para la comprensión lectora” y explicó que existen fases del aprendizaje de la lectoescritura que deben respetarse para garantizar su desarrollo.

Lectura fluida: una habilidad clave
“Después de algunos meses de un programa sólido de lectoescritura, los chicos deberían haber afianzado la decodificación. Si eso ocurre, en segundo grado ya deberían tener desarrollada la fluidez”, explicó Aquino. Para ella, una de las claves está en el uso de métodos basados en evidencia científica, como el Plan Raíz, actualmente implementado en Santa Fe, que “trabaja con docentes y estudiantes en simultáneo. Sin embargo, su implementación aún está en una etapa incipiente. Falta más formación docente y, sobre todo, intervenir desde el nivel inicial. Los chicos pueden aprender, incluso en contextos muy adversos, si el enfoque es adecuado y el acompañamiento sostenido”, comentó.
Pero no alcanza con aplicar un buen método si no se desarrollan antes las condiciones necesarias: “Hay habilidades previas, como la conciencia fonológica, que se gestan antes de la escolaridad y que resultan fundamentales para aprender a leer y escribir”. En este sentido, Aquino resaltó la importancia del entorno familiar y social en la estimulación temprana: “Los paisajes de la infancia han cambiado. La exposición al lenguaje escrito fue en muchos casos reemplazada por las pantallas y otras actividades estructuradas. La literatura infantil, el juego con rimas y cuentos cumplen un rol vital en esta etapa”.
El rol de las tutorías
Frente al diagnóstico crítico, una de las estrategias oficiales es la implementación de tutorías específicas. Aquino consideró esta medida como positiva, siempre que se enmarque en programas sólidos: “Las tutorías responden a modelos internacionales de respuesta a la intervención. Son eficaces si se aplican con seguimiento, en grupos pequeños y con intervenciones ajustadas a las necesidades de cada niño o niña”.
Y agregó: “Es fundamental mirar al alumno como sujeto de derecho, con condiciones particulares que merecen respuestas pedagógicas diferenciadas. No todos aprenden al mismo ritmo, ni con las mismas herramientas”.
Alfabetización sostenida
Por su parte, la Prof. Mónica Actis, docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UCSF, especialista en alfabetización inicial y didáctica de la lengua, remarcó que “la alfabetización debe ser un eje estructurante a lo largo de toda la trayectoria escolar”. El proceso de aprender a leer y escribir no es natural ni espontáneo, sino que requiere una propuesta pedagógica sólida, sostenida en el tiempo y con acompañamiento institucional.

Actis identificó tres etapas en el proceso alfabetizador: emergente (antes del ingreso escolar), inicial (primer ciclo escolar) y avanzada (donde se consolidan las competencias lectoras y escritoras). Subrayó que “el problema de fondo es estructural”. La alfabetización no debe limitarse a los primeros grados, sino ser una política educativa de largo alcance. “Nos enfrentamos a una sociedad con un alto número de analfabetos funcionales. El aprendizaje de la lectura y la escritura debe ser prioridad. Sin alfabetización no hay ciudadanía”, enfatizó.
Ambas especialistas coinciden en que la solución no se encuentra únicamente en las aulas, sino también en la formación continua de los docentes, en políticas públicas sostenidas y en el compromiso de las familias y comunidades.
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